DESAFÍOS...

"...sólo los que se atreven a llegar lejos, son capaces de llegar a saber lo lejos que pueden llegar..."
T.S. Elliot

miércoles, 5 de enero de 2011

Ya vienen los Reyes, por el arenal

 Pampanitos verdes etc...


¡Esta noche es mágica!, y como se acaban las fiestas ya del todo, me permito dedicar mi blog (que para eso es mío y hago lo que quiero) a contar la verdadera historia de los Reyes Magos, para que los que tengáis filliños podáis salir del apuro cuando llegue el invitable momento del escepticismo infantil,la historia la copie de por ahí. 


Érase que se era un joven padre que, apenas se había sentado al llegar a casa de correr (porque claro, era aficionado a correr, como Dios manda) dispuesto a  escuchar como todos los días lo que su hija (llamémosle Belén, por ejemplo) le contaba de sus  actividades en el colegio, cuando ésta en voz algo baja, como con  miedo, le dijo: 

 - ¿Papi? 
 - Sí, hija, cuéntame 
 - Oye, quiero... que me digas la verdad 

 - Claro, hija. Siempre te la digo -respondió el padre un poco sorprendido mientras estiraba el sóleo (jajaja)
 - Es que... -titubeó la niña 
 - Dime, hija, dime. 
 - Papá, ¿existen los Reyes Magos?    El padre de Belén se quedó mudo, miró a su mujer, intentando  descubrir el origen de aquella pregunta, pero sólo pudo ver un rostro tan sorprendido como el suyo que le miraba igualmente como diciendo, "hala, a ver cómo narices sales de ésta". 
 - Las niñas del cole dicen que son los padres. ¿Es verdad? 
 La nueva pregunta de Belén le obligó a volver la mirada hacia la niña   y tragando saliva mientras se encomendaba a todos los santos y ya de paso a Filípides, le dijo: 
 - ¿Y tú qué crees, hija? 
 - Yo no se, papá: que sí y que no. Por un lado me parece que sí que  existen porque tú no me engañas; pero, como las niñas dicen eso... 
 - Mira, hija, efectivamente son los padres los que ponen los regalos pero... 
 - ¿Entonces es verdad? -cortó la niña con los ojos humedecidos-. ¡Me  habéis engañado! 
 - No, mira, nunca te hemos engañado porque los Reyes Magos sí que  existen -respondió el padre cogiendo con sus dos manos la cara de  Belén, que a estas alturas mostraba una expresión mitad cabreo, mitad decepción. 
 - Entonces no lo entiendo. papá. 
- Siéntate, Belén, y escucha esta historia que te voy a contar  porque ya ha llegado la hora de que puedas comprenderla -dijo el  padre, mientras señalaba con la mano el asiento a su lado. 
  
La pequeñaja se sentó entre sus padres ansiosa de escuchar cualquier cosa  que le sacase de su duda y su padre se dispuso a narrar lo que para  él debió de ser la verdadera historia de los Reyes Magos: 
  
 - Como todo el mundo sabe, cuando el Niño Jesus nació, tres Reyes que venían de Oriente guiados  por una gran estrella se acercaron al Portal para adorarle. Le  llevaron regalos en prueba de amor y respeto, y el Niño se puso tan  contento y parecía tan feliz que el más anciano de los Reyes, Melchor,  dijo: 
 - ¡Es maravilloso ver tan feliz a un niño! Deberíamos llevar regalos a  todos los niños del mundo y ver lo felices que serían. 
 - ¡Oh, sí! -exclamó Gaspar-. Es una buena idea, pero es muy difícil de  hacer. No seremos capaces de poder llevar regalos a tantos millones de  niños como hay en el mundo, ni siquiera corriendo con unas Joma Marathon (lo siento, no puedo evitar meter incisos "correriles"). 
 Baltasar, el tercero de los Reyes, que era negro y antepasado de Gebrselassie (jaja) que estaba escuchando a sus dos  compañeros con cara de alegría, comentó: 
 - Es verdad que sería fantástico, pero Gaspar tiene razón y, aunque  somos magos, ya somos ancianos y nos resultaría muy difícil poder  recorrer el mundo entero entregando regalos a todos los niños. Pero  sería tan bonito... 

Los tres Reyes se pusieron muy tristes al pensar que no podrían  realizar su deseo. Y el Niño Jesús, que desde su pobre cunita parecía  escucharles muy atento, sonrió y la voz de Dios se escuchó en el  Portal: 

 - Sois muy buenos, queridos Reyes Magos, y os agradezco vuestros  regalos, aunque preferiría juguetes y unas buenas zapatillas en vez de oro, incienso y mirra, pero bueno, la intención es lo que cuenta. Para que no se diga, voy a ayudaros a realizar vuestro hermoso deseo. Decidme:  ¿qué necesitáis para poder llevar regalos a todos los niños? 

 - ¡Oh, Señor! -dijeron los tres Reyes postrándose de rodillas.  Necesitaríamos millones y millones de pajes, casi uno para cada niño  que pudieran llevar al mismo tiempo a cada casa de los niños que se hayan portado más o menos bien nuestros regalos,  pero no podemos tener tantos pajes, no existen tantos. 

 - No os preocupéis por eso -dijo Jesús-. Yo os voy a dar, no uno sino  dos pajes para cada niño que hay en el mundo. 

 - ¡Sería fantástico! Pero, ¿cómo es posible? -dijeron a la vez los  tres Reyes Magos con cara de sorpresa y admiración. 
 - Decidme, ¿no es verdad que los pajes que os gustaría tener deben  querer mucho a los niños? -preguntó Dios. 
 - Sí, claro, eso es fundamental - asistieron los tres Reyes. 
 - Y, ¿verdad que esos pajes deberían conocer muy bien los deseos de los niños? 
 - Sí, sí. Eso es lo que exigiríamos a un paje -respondieron cada vez  más entusiasmados los tres. 
 - Pues decidme, queridos Reyes: ¿hay alguien que quiera más a los  niños y los conozca mejor que sus propios padres? 
 Los tres Reyes se miraron asintiendo y empezando a comprender lo que  Dios estaba planeando, cuando la voz de nuevo se volvió a oír: 
  YO, ordeno que en Navidad, conmemorando estos momentos, todos  los padres se conviertan en vuestros pajes, y que en vuestro nombre, y  de vuestra parte regalen a sus hijos los regalos que deseen. También  ordeno que, mientras los niños sean pequeños, la entrega de regalos se  haga como si la hicieran los propios Reyes Magos. Pero cuando los  niños sean suficientemente mayores para entender esto, los padres les  contarán esta historia y a partir de entonces, en todas las Navidades,  los niños harán también regalos a sus padres en prueba de cariño. Y,  alrededor del Belén, recordarán que gracias a los Tres Reyes Magos  todos son más felices. 
  
Cuando el padre de Belén hubo terminado de contar esta historia, la  niña se levantó y dando un beso a sus padres dijo: 
 - Ahora sí que lo entiendo todo papá.. Y estoy muy contenta de saber  que me queréis y que no me habéis engañado. 
  
Y corriendo, se dirigió a su cuarto, regresando con su hucha en la  mano mientras decía: 
 - No sé si tendré bastante para compraros algún regalo, pero para el año que viene ya guardaré más dinero. 
  
Y todos se abrazaron mientras, a buen seguro, desde el Cielo, tres  Reyes Magos contemplaban la escena tremendamente satisfechos. La mañana siguiente, mientras Belén desempaquetaba con cara de ilusión los regalos que le habían traído los Reyes por mediación de sus padres, éstos se preguntaban cómo demonios se las había arreglado la niña para conseguir las Nike Lunarswift y el pulsómetro con GPS que relucían  junto a sus propios zapatos.

¡Qué bonito! ¿no?. Pues yo ahora tengo dos pajes por ahí arriba que sino cosas materiales seguro que sí me regalan otros dones. Feliz día de Reyes. Los que tengáis niños disfrutadlo, que cuando crecen y ya no creen en estas cosas os perderéis una mañana muy feliz.  Yo, por mi parte, ya he sacado brillo a mis zapatos y dejaré una bandeja con una copa de champán para los Reyes y agua para los camellos, que este año he sido bueno y seguro que algo cae. Y para los del dopping: ¡Mucho carbón!!!

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